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El uso del voto electrónico en las elecciones es aún incipiente, pero en un futuro no muy lejano acabará siendo un sistema de uso común en cualquier comicio electoral. De hecho, en las recientes elecciones europeas, los estonios pudieron votar a través de Internet.
España, junto con Italia y Portugal, sigue a la cola de Europa en lo que a la implantación del voto electrónico se refiere. En las elecciones al Parlamento Europeo del 7 de junio los ciudadanos con derecho a voto no han podido hacer uso de las tecnologías de la información para emitir su voto en las urnas. La desconfianza de los políticos españoles en los medios electrónicos, pese a que ellos mismos utilizan los mandos interactivos en el parlamento nacional y en los autonómicos, ha hecho inviable una vez más la posibilidad del voto electrónico en unos comicios.
Pese a las iniciativas en este sentido, finalmente la subcomisión del Congreso encargada de estudiar la reforma electoral zanjó toda la posibilidad de implantar el voto electrónico en España. Y no por falta de pruebas piloto llevadas a cabo a lo largo de los últimos años que avalen la viabilidad del sistema. De hecho, no hay elección, por nimia que sea, en la que no se realicen experiencias en este sentido en algunas circunscripciones.
El primer ensayo de voto en línea en unas elecciones generales en España se realizó el 14 de marzo de 2004 en dos localidades zamoranas, una lucense y otra andaluza. Un experimento que pretendía demostrar la eficacia de esta forma de votar, pero que no era vinculante desde un punto de vista jurídico. Posteriormente, en las elecciones al parlamento europeo de 2005 se volvió a repetir la prueba en 52 municipios españoles. Este macro experimento permitió que el 6% del censo, unos dos millones de electores, pudiese votar de manera electrónica, previa emisión de un certificado digital.
No obstante, pese a todas estas pruebas efectuadas a lo largo de los últimos años a favor del e-voting, de momento no se ha implantado de manera práctica en España. Al contrario de lo que ocurre en otros países de nuestro entorno e incluso del cono sur de América. En Francia, desde hace algún tiempo, los ciudadanos pueden utilizar el voto electrónico en ciudades de más de 3.500 habitantes y a través de Internet en el caso de residir fuera del país.
También en Alemania desde 2005 se utiliza el voto electrónico presencial y se han desarrollado diversas iniciativas a través de Internet. Lo mismo ocurre en Bélgica, que desde el año 1991 viene realizando pruebas con el voto electrónico presencial para resolver los problemas ocasionados por la complejidad de su sistema electoral y el retraso que supone utilizar el escrutinio manual. En este país el sistema utilizado es el Registro Electrónico Directo (DRE), con una pantalla táctil, lápiz óptico y tarjeta magnética que permite habilitar la máquina y registrar el voto. Posteriormente, el elector introduce la tarjeta en una urna electrónica que computa de forma automática los resultados
El país más avanzado en el voto electrónico a distancia es, sin duda alguna, Estonia. Esta república Báltica fue la primera nación en validar legalmente el voto a través de Internet. El 2005, durante las elecciones municipales, se realizó una prueba piloto y en los comicios parlamentarios de 2007, un 3,5% del censo emitió su voto a través de la Red. Para las elecciones de día 7 de junio, los estonios pudieron votar electrónicamente utilizando su documento de identidad y un lector de tarjetas a través de una página creada ex profeso por el gobierno de ese país. Y en 2011, Estonia será el primer país en permitir el voto por teléfono móvil. Para ello, los electores tendrán que usar un chip gratuito y autorizado en sus terminales.
El voto electrónico, ya sea presencial o a distancia, tiene furibundos defensores y detractores. Los críticos alertan de los riesgos que supone aplicarlo al sistema electoral, debido a los posibles fraudes que se pueden cometer ante la falta de garantías de seguridad, transparencia en los recuentos y de privacidad.
Los adalides del voto electrónico, por el contrario, argumentan que este sistema propiciaría una mayor participación de la ciudadanía. Además, consideran que la fiabilidad en el recuento es mayor que la que pueda existir con las papeletas físicas. Sin olvidar el ahorro que supondría en papel. Sólo en España, la aplicación del voto electrónico evitaría la impresión de más de 900 millones de papeletas, equivalente a 1,5 toneladas de papel, y salvaría de la tala a más de 22.000 árboles adultos de 20 centímetros de diámetro y 25 metros de altura.